
La clientela esta formada por algunos blancos y entre los negros se pueden distinguir a los nacidos en los Estados Unidos y los africanos propiamente dichos. Los tres grupos parecen bastantes diferenciados y no entablan prácticamente conversación entre sí. Mabel nos deleita con algunas viandas propias de la clase obrera y a pesar de no alcanzar, ni de lejos, la exquisitez de los canapés servidos durante el cocktail de ayer por la noche, podemos afirmar que cumplen con el cometido de mantener nuestro estomago en perfectas condiciones.
No hay ni rastro de Mugunga ni sus secuaces y un lugareño de etnia africana se acerca hasta nuestra mesa y tras entablar una conversación en un primitivo inglés, nos informa que ni Mugunga ni sus amigos aparecen por el local desde hace aproximadamente 2 semanas y que tampoco ha ido a trabajar al puerto.
Me temo que las ratas han abandonado el barco.
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