lunes, 3 de septiembre de 2007

Las acogedoras, pero frias, noches de Harlem

Son las 9 de la noche y nos encaminamos hacia nuestro destino en dos automoviles, el de Julius y en de Tony. En el primer automovil nos encontramos el propio Julius, John y yo mientras que en el segundo van Henrietta y Tony.

Julius maneja, es un decir, nuestro auto y su conducción tiene el efecto secundario de remover el escaso alimento que he tomado antes de partir y con su agudo sentido de orientación acabamos en los muelles en lugar de Harlem pero tras un par de amenas peripecias más llegamos a nuestro lugar de reunión.

Conforme al plan preestablecido anteriormente, nuestro vehículo se sitúa frente al callejón donde debemos recoger al Sr. Silas mientras que el segundo auto se sitúa a una distancia prudencial y con una línea de visión nítida hacia nosotros. Es la hora de la reunión y el Sr. Silas no aparece, el callejón consta de todos los ingredientes adecuados a la ubicación en la que nos encontramos: Escasa iluminación, cubos de basura caídos con su contenido esparcido por los alrededores y un par de indigentes, Icaros a los que la Gran Depresión hizo fundir la cera de sus alas, no consiguieron remontar su vuelo vital y que acabaran probablemente sus vidas en estos callejones, verdaderas cloacas a cielo abierto de la gran ciudad.

La situación me empieza a poner tenso como una cuerda de violín cuando de repente una puerta en el callejón se abre y la cabeza del Sr. Silas aparece bajo la única iluminación existente, haciendonos señas a John y a mí para que nos acerquemos. ¿No se suponía que debíamos recogerlo y marcharnos? Tras intercambiar miradas, John y yo nos vamos acercando lentamente mientras voy controlando en la medida de lo posible los elementos del callejón que me dan la sensación de cobrar vida a medida que nos acercamos.

Cuando nos encontramos frente a la desvencijada puerta, un amable Sr. Silas nos invita a pasar al interior. En ese momento observo que uno de los indigentes hace un ligero movimiento de brazo como si estuviese desenfundando algún objeto, inmediatamente detengo a John mientras mi mano se aferra a mi revolver dentro del gabán. El Sr. Silas sigue retrocediendo hacia el oscuro edificio mientras nos sigue haciendo señas de que le sigamos al interior y en ese momento todo entra en un torbellino de acontecimientos. De la calle desde donde nos hemos adentrado en el callejón se escucha el potente ruido de aceleración de un automovil y posteriormente un ligero olor a caucho quemado, en ese mismo instante el presunto indigente que despertó mis sospechas salta hacia mí con una especie de machete en su mano e instintivamente disparo, sin éxito, sobre él. John parece despertar de su letargo y empuñando su arma se encara con mi atacante y le descerraja un tiro a bocajarro en el pecho pese a lo cual el asaltante no detiene su avance y el filo del machete pasa a escasos centímetros de mi brazo derecho.

Vemos pasar el automovil conducido por Tony por encima de la acera a toda velocidad, entre nuestro vehículo y la entrada del callejón, dejando tras de sí lo que parece ser un rastro de sangre y escuchamos un disparo. Por nuestra parte, las cosas no parecen ir nada bien ya que desde las sombras aparecen otros dos salvajes portando sendos machetes y cargan hacia John, éste se gira hacia ellos sin dudar y el disparo consiguiente le levanta a uno de ellos la tapa de los sesos, que quedan esparcidos por la pared del callejón, por mi parte disparo sobre mi atacante y el afortunado disparo le impacta en el brazo que portaba el machete, consiguiendo que éste caiga al suelo pero a pesar de ello el salvaje sigue intentando atacarme. En ese momento aparece Tony cargando contra el enemigo de John cual caballero cruzado en Tierra Santa, llevando aferrada a su mano la tapa de uno de los cubos de basura a modo de escudo y consiguiendo desequilibrar al atacante.

Por fin mi atacante cae al suelo desangrándose lentamente y al girar la cabeza sólo tengo tiempo para ver como John descarga dos disparos sobre su otro atacante y acaba con su resistencia, cuando vamos a ver lo sucedido fuera del callejón aparecen Henrietta y Julius que han conseguido acabar con otro atacante.

Milagrosamente la situación se ha estabilizado pero en estos momentos la adrenalina hace efecto en mí e insto a perseguir y dar caza al infame Silas por el interior del edificio en ruinas. Tras unos momentos de duda y tras proveernos de una linterna entramos en el edificio, pero me temo que hemos perdido unos momentos preciosos.

¡Si lo atrapamos voy a demostrarle a ese malnacido el porque de mi Matricula de Honor en Anatomía Patológica Médica!

1 comentario:

Tony Contini dijo...

Ya que mi pobre coche es el que ha sufrido más de todos nosotros, dejadme que clarifique como fue la escenita.

Henrietta y un servidor estábamos haciendo la guardia en el coche. Etta hacía crucigramas mientras le trataba de explicar como la "mamma" hace unos spaghetti de chuparse los dedos. Ella hacía como que me escuchaba, pero yo sé perfectamente que su atención estaba centrada en el crucigrama. Ella es así. Jamás hará unos buenos spaguetti.

El caso es que desde donde estábamos había una buena visual del coche en el que esperaba el Profesor Griffith. A Sheridan y a Henry no había manera de verlos, metidos en el callejón.

Entonces veo que dos tipos siniestros, parecidos a los del hotel donde encontramos a Jackson Elias, se acercaban al coche del Profesor, sigilosos. Con prangas en la mano. Gran cosa esto de los prangas.

De manera que no me lo pienso.

Hut Hut Hut!

Enciendo el coche, le doy la pistola de mi primo a Etta y salgo a la calle lentamente. Doy una vuelta completa procurando pasar suficientemente desapercibido y una vez encarado...

Le doy gas al máximo, enciendo las luces y empiezo a darle al claxon mientras cargo de frente contra el coche del Profesor.

Los cultistas me ven pero casi no tienen tiempo a reaccionar. El Profesor casi la lía saliendo del coche, pero en el último instante decide quedarse atrás, mientras arrollo con fuera al cultista que avanzaba más cercano a la calle. Me deja un buen golpe en la carrocería, pero lo saco del medio. Luego freno en seco y Etta y el hijo de la mamma Contini salimos del auto para ayudar al Profesor con el resto.

Lo demás, Henry lo tiene mucho más claro que yo... Hacía tiempo que no lo pasaba tan bien...